Los hits de siempre

Eurovisión está de celebración. Y no es para menos, pues el concurso estrella del continente europeo ha cumplido la friolera de sesenta años. Toda una vida amenizando el panorama musical de todo un continente en múltiples y variadas situaciones, como un denominador común a todos los tiempos, y adaptándose a cada época sin apenas despeinarse.
Podrán tacharlo de casposo, manido, previsible o incluso rancio, pero se compartan o no dichos calificativos, Eurovisión es ya parte de la historia reciente de Europa. Toda una oda a la convergencia de identidades nacionales que confluyen tres noches al año desde hace diez. Un evento multitudinario que mueve masas (tanto de público presencial como audiencia) rompiendo barreras a cada año.
Y todo ello ha sido evidentemente motivo más que suficiente para celebrar el sexagésimo aniversario del evento. Un aniversario que ha corrido a cuenta del ente público y álma mater del festival: la BBC. El Reino Unido, en un ejercicio de nostalgia y anhelo, ha decidido tomar las riendas del aniversario como ya habría hecho en numerosas ocasiones con otros festivales. Los británicos no irán a por la victoria en el Festival, pero quieren demostrar, una vez más, que son más que aptos para albergar un evento de la envergadura de Eurovisión. Eso sí, no han barrido para casa en todo: la que fuera presentadora de Eurovisión 2013, Petra Mede, fue la conductora de la gala junto al comentarista británico Graham Norton. En el campo de los presentadores, fue notoria la superioridad de la sueca sobre Norton, quien algo más tenso y forzado a soltar bromas y chascarrillos se vio superado por su propio y cuestionable humor que, podrá gustar más o menos, pero es seña de su identidad (y de la del Reino Unido). A grandes rasgos, Petra Mede volvió a estar sensacional, elegante, irradiadora, perfecta.
De la gala en general diremos que fue cuanto menos ligera y dinámica. Las actuaciones se daban paso sin largas y tediosas presentaciones. Además, los videos de presentaciones también daron lugar a otras candidaturas que si bien no ganaron, fueron destacables. En estos vídeos aparecieron temas españoles como Él de Lucía, Quédate conmigo de Pastora Soler entre otras, aparte de nuestra propia representación a cargo de Rosa López. La granadina hizo un popurrí de los temas quizá más representativos de la historia de España en Eurovisión. Sí, a todos nos faltaron temas, pero imagino que TVE escogió las candidaturas legendarias de nuestra historia. Aquellas en las que todos nuestros tops aparecerían, antes o después, y que son fácilmente reconocibles en el resto de Europa al margen de nuestro patriotismo exacerbado. Estos fueron La la la de Massiel, Vivo cantando de Salomé, Eres tú de Mocedades y su propia canción Europe’s living a celebration con la que acaparó a los televidentes españoles en 2002.
De su actuación lo primero a destacar fue, evidentemente, su majestuoso vestuario y estética. El vestido en que se ensartó Rosa fue sencillamente espectacular, realzando su figura y con un escote frontal discreto y elegante que se veía culminado con el trasero dejando relucir una espalda de vértigo. Todo ello culminado con unas hombreras con pluma de boa en un rojo pasión elegante a la par que patrio. En cuanto al peinado, recogido, como nos acostumbra desde hace tiempo y con un maquillaje que resalta su piel morena, Rosa López fue para mí la mejor vestida y maquillada con una notable diferencia.
Y ahora pasamos al tomate, al quid de la cuestión, al mogollón. Sus cuerdas vocales, que incuestionablemente se han tornado oscuras tras un periodo en que la artista tuvo que descansar la voz. Rosa López no es lo que era: ni mejor, ni peor, simplemente diferente a lo que nos ofreció en 2002. Una Rosa incuestionablemente más madura (al margen de cuestiones biológicas) como artista y con unas tablas que le dieron un salero y una alegría que conquistó a todo el Apollo. Vocalmente Rosa, independientemente de si hubo o no autotune en la retransmisión, sonó bien. Correcta, sin más. El único punto débil de su actuación lo advertí en la ascensión del estribillo del Eres tú que fue solventado sin dejar evidencias con un falsete muy diluido con los coros. En definitiva y por lo demás, estuvo radiante, especialmente en el que fue y es su tema de 2002.
Para cerrar el tema de España, diré que TVE ha estado acertada agradeciendo de esta manera a Rosa sus servicios y la inédita audiencia que todavía no ha sido superada por un evento no-deportivo. Esperemos que así siga siendo y que si es superada lo sea también por el Festival de Eurovisión. Ahora bien, tal y como está el patio… parece difícil. Pero eso es harina de otro costal.
El concepto de popurrí que utilizó España, junto a otros países como Irlanda y Rusia me resultó mucho más dinámico que intérpretes que recogían una sola canción. Pero claro, ahí entran gustos personales, y si bien creo que Francia es más que Natasha St-Pier no puedo sino rendirme a los pies de la francesa con su magistral interpretación de la cual los franceses pudieron sentirse más que orgullosos. No tanto de su estilismo. Pero es tanta su belleza que con lo que se ponga valdrá.
En lo que respecta al resto de países hubo dos momentos cruciales que marcaron la emotividad de la gala: la actuación de una conmovida Nicole por Alemania, y la magistral actuación de una Natasha St-Pier que no decepciona aunque en algunos momentos se viera eclipsada por su propio estilismo, barroco y llamativo cuanto menos.
En definitiva y si tuviera que sacar un titular de cada actuación serían los siguientes:
- Dima Bilan: nuevo horror sin precedentes. Innecesario, sobreactuado, prepotente y absurdo.
- Herreys: nada nuevo en el horizonte. Más bombo suecófilo.
- Bobbysocks: encantadoras y frescas.
- Johnny Logan: el rey fatigado.
- Nicole: estremecedora.
- Emmelie de Forest: como siempre, ni frío ni calor.
- Anne Marie-David: sencillamente entrañable.
- Conchita Wurst: encaminada hacia el éxito más allá de Eurovisión con un escenario hecho para ella.
- Dana International: aparición más moderada, sensata y comedida que sus últimos descalabros.
- Loreen: el peor estilismo sobradamente y puesta en escena impactante pero secundaria con su atuendo.
- Olssen Brothers: atemporales.
- Brotherhood of Man: ¿lo mejor del Reino Unido en su historia?
- Lordi: la nota discordante y alternativa. Una bocanada de aire fresco.
Como se pudo ver a lo largo de la gala, sigue dándose bombo a temas que son leyenda pero no se ve más allá. Es cierto que se hizo quizá algo más de hincapié en la última década, pero sinceramente, escuchar una y otra vez los mismos temas de la historia sin mirar más allá, me parece un error garrafal. No todo en Eurovisión es ABBA, Céline Dion o Massiel. Todos estamos de acuerdo en que son grandes figuras, pero también hubo algunas notables olvidadas y que podrían ser igualmente recordadas. Eurovisión es más allá que cuatro grandes himnos, y si la UER y las televisiones responsables en cada aniversario nos van a recordar quienes son los de siempre, se pueden ahorrar el aniversario, porque al final los ‘Greatest hits’ no sólo han quedado entre los 10 primeros. Mayor riqueza musical, y menos típicos tópicos.
En conclusión digamos que fue más el continente que el contenido. El escenario, elegante con un claro guiño a los festivales de antes fusionado con las tendencias digitales actuales; los presentadores, en especial Petra; la realización y por supuesto, la brevedad y ligereza con que se solventó la gala. Sin embargo los temas fueron los de siempre (salvo los de la última década, que los escucharemos otra vez en el 70º aniversario si nada cambia), los tópicos del festival y ese hilillo de caspa que podrían ir planteando cómo retirar para modernizar completamente la imagen del festival y mostrar la riqueza que ha reinado en el Festival con otros grandísimos ‘Greatest Hit’s’. Porque lo que vimos fueron los hits de siempre.
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